¿Qué beneficios reales nos traerá en cinco años el Internet de las cosas?
El número de dispositivos conectados a Internet que está en manos del consumidor se ha disparado. Cada vez son más los productos, objetos y cosas que están conectados a la red gracias a pequeños sensores que se encargan de permitir esa conexión y de enviar y recibir datos. No hablamos solo de teléfonos móviles, sino de cualquier tipo de objeto. Es lo que se conoce como el Internet de las Cosas o IoT (Internet of Things).
Seguimiento de ejercicio físico, termostatos inteligentes, cámaras WiFi conectadas, auriculares de realidad virtual, heladeras y lavadoras inteligentes, paneles de alarma y anteojos inteligentes...
Una ayuda para tareas cotidianas
La idea es poder aplicar un poco de “inteligencia” a estos dispositivos conectados y a los que, hasta ahora, permanecían “aislados” de manera que se incorpore y se ofrezca un valor añadido a los consumidores.
Cada vez hay una variedad mayor de productos disponibles y, de hecho, los propietarios de teléfonos inteligentes llevan tiempo mostrando su deseo de que las soluciones del Internet de las Cosas (IoT) les ayuden en tareas cotidianas, como el hogar y el auto.
Ese interés se traduce, según este estudio, en la disposición a gastar dinero en ideas útiles, especialmente en aquellos dispositivos o funciones que puedan reemplazar algo en su vida diaria.
Así, en el hogar, los consumidores se muestran interesados en el control y la visualización de su hogar más que en el control de dispositivos o en opciones de entretenimiento. Mientras, la consulta del tiempo y del tráfico, así como la ayuda en la ruta a seguir, son las opciones que más interés despiertan. Pero también la salud es uno de los mercados potenciales más interesantes que hay relacionados con el IoT: desde el seguimiento de nuestras constantes vitales hasta la alerta por si se nos olvida tomarnos la medicación correspondiente.
Me lo llevo puesto
En este sentido, los wearables, esos dispositivos inteligentes que llevamos en nuestro propio cuerpo, son uno de los mejores ejemplos del IoT y todas sus posibilidades.
Además de para el ejercicio físico, los wearables permitirán tener un mayor control de personas dependientes, como ancianos y niños, mejorando sus condiciones sanitarias
Los wearables más comunes y conocidos suelen ser las pulseras de seguimiento de fitness y actividades físicas, seguidas de los relojes. Con un diseño cada vez más cuidado, estos productos tratan de no resultar invasivos, de acompañar en todo momento al usuario y ofrecerle beneficios tales como una monitorización de su actividad física. Todo deportista, aunque sea amateur, puede establecer unos objetivos y, gracias a las aplicaciones que llevan asociadas, ver cómo evoluciona hasta conseguir estos hitos (y recibir recompensas por ello).
Pero estos instrumentos también sirven para poder hacer un seguimiento en tiempo real de personas cuya salud es delicada. Por ejemplo, pensemos en una persona mayor que vive sola. Gracias a estos wearables, sus familiares pueden saber si sus constantes vitales son buenas, si ha sufrido una subida de tensión o incluso una bajada de azúcar para, en estos casos, acudir en su ayuda o avisar al médico más cercano (o, incluso, que sea el propio médico quien reciba estas alertas).
Es más, es posible que estas personas mayores tengan que tomar determinada medicación a ciertas horas del día. Si todos alguna vez nos despistamos, es bastante probable que a los ancianos también se les olvide tomarse determinada pastilla. Pues bien, los dispositivos conectados a Internet pueden ser de gran ayuda para recordarnos qué medicamento tomar y cuándo e, incluso, saber si la medicación se ha administrado correctamente. En caso de no ser así, pueden alertar (bien al paciente, bien a un familiar o al médico) de que no se han seguidos las pautas establecidas.
Los wearables son uno de los dispositivos IoT que más potencial tienen para ello. Se habla incluso de que, dentro de cinco años, el 40% de los wearables se habrá convertido en una alternativa de consumo viable a los teléfonos inteligentes.
Algunas de las funciones que los wearables pueden ofrecer son mundanas, pero no por ello menos útiles. Otros wearables más avanzados pueden detallarnos otra información incluso más sensible. Estos dispositivos podrían ayudarnos a encontrarnos el auto a una temperatura ideal si nos hemos dejado la campera en el coche, o ajustar la temperatura y humedad si la pulsera puede medir los niveles de transpiración.
Estos dispositivos podrían conectarse automáticamente con otros dispositivos y, por ejemplo, ajustar automáticamente el nivel de iluminación cuando nos sentamos a ver la televisión o bajar las persianas para evitar reflejos. Incluso la luz de fondo del televisor se podría modificar y tener todos los ajustes optimizados para el ahorro de energía.
La ropa te dirá si tu bebé deja de respirar
Además de relojes y pulseras de seguimiento, la ropa con sensores es uno de los fenómenos más en alza. Muchas de las prendas con sensores que se están desarrollando están pensadas también para el ejercicio físico. Así, estas prendas nos ayudan a entender qué músculos estamos ejercitando más, si los movimientos que efectuamos son correctos o no y monitorizan nuestras constantes vitales.
Son prendas que están destinadas tanto a su uso por parte de los deportistas (sean profesionales o no), pero también para dar un cierto toque de glamour en algunos campeonatos. Por ejemplo, Ralph Lauren equipó a los recogepelotas del US Open 2014 con unas camisetas wearables. Pero también hay varias propuestas para que los más pequeños de la casa, los bebés, puedan también estar controlados.
En este caso, si se produce alguna alteración importante en las constantes vitales de los bebés, los padres pueden recibir una alerta en su teléfono móvil. Algunas de estas ropas controlan la temperatura corporal o el ritmo cardíaco, pero también pueden llegar a saber si se ha producido una interrupción en la respiración o si el nivel de oxígeno (la saturación) es el adecuado.
Cinturones, anillos, imperdibles, zapatos, pantalones… Nada parece escaparse al fenómeno de los dispositivos o prendas que llevamos puestos y que nos pueden permitir un montón de posibilidades con el Internet de las Cosas.
Emergencias activas en el mismo momento del incidente
Imagínate que vas con tu auto y se te estropea. En ese momento, deberías parar en un sitio lo menos peligroso posible, llamar al seguro para que viniera una grúa, intentar adivinar qué le ha pasado a tu vehículo y avisar a la Policía de que estás entorpeciendo el tráfico.
Con el Internet de las Cosas, nada de esto haría falta: el auto será capaz de avisar al seguro y notificar cuál es el fallo que se ha producido (de manera, además, que el fabricante del autos podría saber con qué frecuencia se producen esos errores y evitarlos poniendo las soluciones adecuadas), para que la grúa y el taller más cercanos estuvieran preparados para arreglar el problema y que tú tuvieras que esperar el menor tiempo posible.
Los dispositivos IoT también avisarían a los agentes de seguridad y del tráfico y el resto de los conductores tendría conocimiento de que has tenido un incidente y, o bien variarían su ruta, o bien irían más despacio y con más precaución. Los paneles luminosos también notificarían que hay un coche averiado más adelante.
Aunque suene a ciencia ficción, dentro de no muchos años este tipo de cosas serán muy reales y cada vez más frecuentes gracias a los dispositivos conectados a Internet. Aunque muchos productos serán diseñados ya pensando en estas posibilidades, otros deberán ser adaptados a esta nueva realidad.